viernes, 3 de enero de 2014

¿Cómo anunciar el Evangelio? ¿Con alegría, tristeza, dulzura o enfado?


Primera cuestión. ¿Qué es el Evangelio? Es la buena noticia. De que Cristo ha resucitado. Pero es algo más. Es todo lo que contiene el Nuevo Testamento, cuyas raíces se encuentran en el Antiguo.

Por lo tanto es Evangelio lo siguiente: Que Cristo ha resucitado; que hay cielo; que hay infierno; las bienaventuranzas; el enfado de Jesús con los mercaderes; el no juzgar y no seréis juzgados; los insultos de Jesús a los fariseos; las alabanzas de Jesús a los que tienen fe; la cruz; la pasión; etc.

Todo eso es Evangelio. Y hablar de las bienaventuranzas omitiendo las referencias al infierno, o viceversa, es falsearlo.

Así que supongo que será lógico que cuando se prediquen las bienaventuranzas se haga con alegría, la pasión de Cristo con tristeza, y el enfado de Jesús en el templo con indignación hacia quienes no respetan lo sagrado.

Esto me parece bastante lógico, aunque hay gente a la que no se lo parece. Y es que veo peligroso hacer más énfasis en cómo anunciar el Evangelio que en el Evangelio mismo, pues sería difícil hacer todo el anuncio en un mismo tono y actitud con la complejidad que tiene el texto sagrado original. Si queremos poner a todo una pátina rosa, veremos que el amarillo se vuelve salmón, el verde un marrón bizarro, y el blanco rosa. Hay otra táctica: resaltamos los tonos pastel y eliminamos el resto. Esto es lo que unos no se dan cuenta y lo que otros pretenden.

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